Muchas veces, los adultos nos empeñamos planificar actividades y horarios, pautar los hábitos y los aprendizajes, como si tuvieran que seguir un camino determinado para favorecer su desarrollo. Desde muy pronto, mamá y papá empiezan a entorpecer la tendencia natural a actuar sin temores, a tomar una actitud de espera o de sumisión. Luego llegan los espacios sociales (guarderías, escuelas…), que siguen bloqueando esa tendencia.

Como nosotros defendemos la autorregulación, nos parece sumamente importante preservar la tendencia natural, el placer por la exploración continua. Nos parece el cimiento principal del crecimiento armonioso. El juego tiene sentido por sí mismo. El juego libre, la actividad, la experimentación es la tendencia al placer. Eso es fácilmente visible en niños de cualquier edad: la autosatisfacción, la recreación, el deleite, el ensimismamiento en algo o alguien… Es el motor del desarrollo evolutivo.


Un niño que se siente respetado, seguro y libre, ACTÚA. En todos los sentidos y con todo el cuerpo: juega, explora, observa, lora, se toca, hurga, grita, busca a los demás, escarba, hace cabañas, baila, lee cuentos, hace obras de teatro, condimenta tartas, hace el amor o sube por los árboles. Todas las actividades son posibles y caben en su mente fantasiosa.

En Donyets, el objetivo educativo es la búsqueda del placer y la felicidad y no cumplir con modelos adultos establecidos. Y nuestro objetivo es acompañar ese proceso. No decidimos sobre sus intereses de aprender, sobre sus momentos de creatividad o de juegos. No imponemos objetivos (siempre llama la atención eso de que no hay clases, ni deberes, ni exámenes). No definimos el éxito por el resultado académico, si no por el desarrollo personal.

Cada persona a su ritmo. Si observamos a cada persona individualmente, entendemos sus capacidades reales en cada momento. Esto nos sirve para favorecer sus aprendizajes, para trabajar sus emociones y la percepción de valores. Por eso no actuamos antes de que ellos puedan hacer o empiecen a poder hacer. Dejamos que ellos mismos sean conscientes de sus capacidades. Sabemos que todos acaban leyendo. Todos acaban comiendo. Y todos acaban subiendo al árbol.

Son protagonistas del aprendizaje: El niño suele aceptar ayuda en el proceso, pero quiere ser protagonista de su saber y de sus destrezas. Pensemos en una clase o taller en nuestro espacio: no hay una tarima sobre la que un maestro impone su saber. No hay intentos por dominar ni influir, la formación-adquisición de datos y destrezas circula horizontalmente. Las nuevas capacidades son producto de un intercambio y no de la imposición, de la jerarquía, como sucede en la escuela clásica. Ponemos a su disposición instrumentos, materiales y estructuras para que se dé el aprendizaje en común, sin dejar de ser individual. El proceso intelectual se convierte en algo sentido y vivido. Lejos de ser un saber mecánico, se convierte en una experiencia.

Nuestra prioridad es lo emocional, afectivo y relacional. Como decía Paul Martin, “el placer es lo que hace mover la rueda”. Sabemos que, cuando ese plano está resuelto, el deseo y las ganas de aprender y descubrir cosas nuevas vienen solos. Observamos, facilitamos su crecimiento y maduración, lo acompañamos sin intervenir, sin presionar, sin prisa…

Los valores también se adquieren desde las relaciones. En Donyets, vivimos la democracia y la autogestión porque podemos vivir esa libertad interior, expresarla y manifestarla. La autogestión en la vida cotidiana, en el grupo (lo vemos en los círculos mágicos), son la consecuencia de la autogestión individual. El respeto por los demás, el trabajo en equipo, el reciclaje, el cuidado de los animales... no se aprenden en los libros o en una clase, sino desde la relación con los demás.